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Estatua del Caballero Medieval del Vialia de Salamanca




Todo aquel viajero que se haya internado a la orilla de la ciudad del Tormes a través de los carruajes de metal que suponen los ferrocarriles actuales o que se haya despedido de ella a través de los mismos, se habrá topado con una escultura que parece cobrar vida por momentos y trasladarnos a mundos medievales, bien de la realidad de los torneos entre caballeros a finales del siglo XV, bien de la fantasía histórica sacada de los Ciclos Artúricos, o de la fantasía novelada de Canción de Hielo y Fuego.


Lo cierto es que no somos pocos los que nos hemos preguntado por quién es o qué representa esta maravillosa efigie que guarda todo tipo de detalles y que particularme me evoca una sonrisa y un despertar hacia lugares épicos en los que poder asentar mi imaginación de tanto en tanto, cuando paseo alrededor de este caballero medieval. Tal es mi admiración que aparece aparecía hace tiempo, arriba en la cabecera de este blog en sus inicios, surcando un bosque de niebla con un sol y unas montañas al fondo como queriendo aparecer desde la leyenda para hacerse realidad.

El propósito de esta entrada es dar respuesta a esas preguntas y cuyos interrogantes se plantearon de forma concreta en una conversación tomando un café con un amigo, al observar que dicho caballero aparece en la contraportada de la novela Guzmán-Trastámara rey, uno de los nuestros en el trono de Castilla y León. Nuestras primeras hipótesis intentando relacionarlo con la novela apuntaban a uno de los Trastámaras, ascendientes de Isabel La Católica, como reyes de Castilla y de León, o si acaso que se tratara de Don Juan, Príncipe de Asturias y Señor de Salamanca, e hijo de los Reyes Católicos (el cual ya goza de otra estatua en la Calle Peñuelas de San Blas), quien tuvo la desgracia de fallecer muy joven tras casarse en la ciudad de Salamanca.


Se trata de una estatua ecuestre en cuya grupa lleva un caballero medieval ataviado con su armadura de placas propia de finales del siglo XV, con su yelmo con cimera, su espada y todo lujo de detalles; situada de frente al acceso principal de la estación de trenes “Vialia” en la ciudad de Salamanca.
Valeriano Hernández y Santiago Juanes en su libro de 2008, Escultura Pública Salmantina. Arte conmemorativo y ornamental en Salamanca y provincia. (Ediciones de la Diputación de Salamanca. Serie Arte nº 17. Editorial Kadmos) nos comentan que su título es “Caballero medieval”, aun cuando su autor Pedro Requejo Novoa la tenía bautizada como “Ay madre, qué triste vengo de amores derrotados”. Mide 3,50 metros, pesaría unos 1850 kgs de bronce y habría sido fundida en Fademesa en San Fernando de Henares. Para los autores la escultura ecuestre representa un melancólico guerrero medieval portando indumentaria bélica con esmerado detalle que complicaría ostensiblemente el acabado para el autor.

Pero esos datos no resolvían varias cuestiones que se agolpaban en mi mente. ¿Qué significaba el título original que el autor había querido poner a la obra? ¿Qué fue su inspiración? ¿Acaso Los Hechos del Rey Arturo de John Steinbeck o La muerte del Rey Arturo de Sir Thomas Mallory o la película Excalibur de John Boorman tuvieron algo que ver? En el modelo se observan muchos detalles ¿tienen alguna interpretación alegórica para el autor? ¿Se trata de algún personaje histórico relacionado con la ciudad de Salamanca?

Tras ponerme en contacto con Pedro Requejo Novoa, autor además de nuestra obra, de numerosísimas esculturas dentro y fuera de nuestras fronteras, con un sin fin de galardones a sus espaldas tuvo a bien darme cumplida y extensa respuesta a los interrogantes antes expuestos, que paso a narrar junto con el contexto histórico de dichas explicaciones. Agradezco al autor la amabilidad mostrada y sus explicaciones.

La fuente de inspiración fue el título de un madrigal de Juan del Enzina "¡Ay madre que triste vengo de amores derrotado!", así que se imaginó un caballero volviendo triste y derrotado de un torneo. Es una de las pocas estatuas equestres en que el caballo desciende acompasando en su estado de ánimo al magullado caballero cuyas heridas más dolorosas son las del amor.

Un caballero era un jinete, un hombre que sabía dominar un caballo. Era el propietario, el que podía aportarlo perfectamente pertrechado ante una posible necesidad bélica para defender a su señor, a quien le había jurado fidelidad a través del vasallaje y a los siervos de éste. A cambio recibiría tierras y privilegios, pero no tenía por qué ser de origen noble (el caballero, quien luchaba en el campo de batalla en nombre de su señor) aunque de aquella prácticamente iban de la mano.

Tras la batalla de Hastings en 1066, como aparece perfectamente representado en el Tapiz de Bayeaux, triunfa definitivamente en el mundo medieval el empleo del caballero como arquetipo de soldado de élite, desestabilizador para las contiendas. Hasta el siglo XVII continuarán las justas y torneos donde participarán galantes caballeros, aún cuando el protagonismo económico y social habría sucumbido por los cambios acaecidos tanto por el declive del sistema feudal, como en el combate (sustituidos en su protagonismo por la artillería) como su sustitución por oficiales leales en un ejército regular. No es casual que en 1605 se publique El Quijote, azote de los libros de caballerías, dejando en evidencia una sistema de vida cuyo tiempo había ya pasado y su mundo sólo podía sobrevivir en la mente de algunos. Curiosamente Pedro Requejo ha realizado dos esculturas una de Don Quijote y otra de Sancho Panza que se pueden disfruten en Alcalá de Henares y de las que me envió algunas fotos.

Pero volviendo a los siglos XI al XVI cuando llegó a ser una auténtica forma de vida, real y no sólo fruto de la literatura, un caballero de aquella, se regía por el código de caballería. En principio el código significaba lealtad y honor en el campo de batalla. Pero con el tiempo la conducta caballeresca se extendió más allá de la vida militar. Es reseñable el papel religioso de aquellos días en los que lo inundaba todo. Por lo tanto defender la fe, e incluso la existencia de monjes-caballeros (Santiago, Calatrava, San Lázaro, Templaria, Hospitalaria, Teutónica y tantos otros) para ello se trataba de algo cotidiano. El trato otorgado entre caballeros debía ser respetado, pero cuando se trataba de civiles, no se respetaba produciéndose auténticas carnicerías.
Uno de los aspectos más destacados de la cultura y mentalidades de la Edad Media es el papel destacado que se le concede al amor y a la música en la persona del caballero. En las Crónicas Artúricas y en las Treinta y Una Leyes del Amor Cortés, aparece un ideal de caballero bravo y osado en el combate. A la par que para arreglar, cuidar y mantener impoluto su aspecto, debía enfatizar en la galantería y cortesía hacia la mujeres. De ahí la palabra cortesía, significaba en origen, saber comportarse a su paso por “las Cortes” nobiliarias y reales. Constituía, por tanto, parte de su educación y formación como caballero, no sólo su transcurso durante años como escudero donde adquiría la maña para dominar al caballo y el perfecto cuidado de las armas, o sus dotes para repartir justicia parejo a la Tabla Redonda (donde todos eran iguales, por que al sentarse no había lugar preponderante) sino también saber apreciar la belleza en las canciones de los trovadores y en el sutil arte de la seducción y dar una buena imagen. Su honorabilidad y su palabra estaban a prueba a cada momento pero estas gozaban de gran valor en caso de caer prisionero hasta la llegada del rescate.

Sobre las canciones de la época destacan dos géneros de la polifonía profana española hacia finales del siglo XV: Villancico y Romance. El villancico, no tenía nada que ver con nuestras estridentes y en ocasiones cursis cuasi para niños operas músicales navideñas (aunque sí son su origen) sino que se trataba de unas composiciones medievales cantadas por los trovadores o por los coros en las cortes nobiliarias con temática popular sobre el amor o la vida cotidiana. Se trataba de una breve canción estrófica con estribillo que solía tener el esquema ABCCAB. Los villancicos se recogían en cancioneros. El Cancionero de Palacio, el Cancionero de la Colombina o el Cancionero de Segovia son algunos de los más destacados. El compositor de villancicos más insigne de principios del siglo XVI es Juan del Enzina. Muchos de ellos se cantan hoy habitualmente: “Ay madre que triste vengo de amores derrotado”, “Hoy comamos y bebamos”, “Todos los bienes del mundo”, etcétera. También destacó Enzina en el romance, canción narrativa compuesta por un gran número de estrofas de cuatro versos cada una sin estribillo. Especialmente memorable es el romance de Enzina “Qu’es de ti desconsolado”.



Por lo tanto ya sabemos que no se trata de ningún personaje histórico relacionado o no con la ciudad de Salamanca, sino que se trata de un caballero medieval que regresa de un torneo y que vuelve derrotado en su espíritu por amoríos no correspondidos. ¿Cuál es esa canción y que nos dice la letra? “Ay madre que triste vengo de amores derrotado”.

Creo que Gustavo Adolfo Bécquer, lo definió muy bien en su Rima nº V, que decía:
Espíritu sin nombre,
Indefinible esencia,
Yo vivo con la vida
Sin formas de la idea



Sólo alguien con semejante talento ha podido plasmar esa idea sin formas en semejante y maravillosa obra, al modelar de la potencia al acto, para que podamos disfrutarlo todos los salmantinos. Un romance anónimo de la época engloba perfectamente por si alguien le ha quedado dudas de qué trata de plasmar el autor en su obra:




Aquel caballero, madre,
que de mí se enamaró
pena él y muero yo.
Madre, aquel caballero
que va herido de amores,
también siento sus dolores
porque dellas mismas muero;
su amor tan verdadero
merece que diga yo.

El caballero fue modelado íntegramente por el autor, durante cinco meses. Estaba concebido para ser colocado en un espacio más amplio y con un banco cerca desde el que observar todos los detalles. Cómo alegorías escultóricas se encuentra un cuerno roto entre las patas del caballo, cómo símbolo de la inocencia perdida por parte del caballero. En la testera del caballo aparece un hombre corpulento y musculoso con una clava en una mano, se trata de Hércules y evoca la fortaleza de ánimo.

Sobre la cimera del yelmo aparece un dragón con tres cabezas modeladas completamente diferentes una de la otra. Sobre la barda o el cubregrupa del équido está representada una estrella fugaz de dos colas que surcaba los cielos en 1997 conocido como el Hale-Boop. La armadura es de tipo alemán pues su primera figura fue elaborada en Berlín. Se inauguró por el entonces ministro de Fomento en 2001 y el autor no fue avisado para la ocasión.

A ti viajero que transitas por las vías de este peregrino mundo, si te acercas a Salamanca y te topas con un caballero medieval de tono plúmbeo que impertérrito te observa desde su caballo con la melancolía instalada en su rostro y te acercas lo suficiente quizás le escuches entonar un “¡Ay madre que triste vengo de amores derrotado!”.


Chema García

4 comentarios :

  1. Chema querido, como siempre nos regalás estas entradas enciclopédicas que nos enriquecen día a día. Te mando un fuerte abrazo.

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  2. Lleva un cierto tiempo recopilar datos, encajarlos y redactarlos. Pero el resultado merece la pena, si consigo que poner un poco de luz ante quienes se preguntaron por la estatua o la doy a conocer a quienes pueda interesar, me doy por satisfecho.Un fuerte abrazo para tí también!!

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  3. Si sirve como ampliación de datos, diré que puesto en contacto hace años con el autor, me informó sobre la estatua y además de lo indicado en el artículo, me dijo que en la peana en un lateral hay una calavera y la puso en recuerdo de un accidente muy grave de tráfico que tuvo con una furgoneta llena de material para su trabajo y del que salió ileso.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Javier Várez por tu comentario. Desconocía lo de la calavera pero me fijaré en cuanto pueda para corroborarlo. Es un placer contar con comentarios como el tuyo para que todos aprendamos y podamos entender un poco mejor un trabajo tan excepcional. Un saludo.

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