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Gastón Baquero: El poema. Día Internacional de la Poesía 2015






Hoy es 21 de marzo, comienza la primavera y es el día internacional de la Poesía. Estimo que una magnífica forma de celebrarlo pueda ser reivindicando a un colosal poeta como Gastón Baquero. Un periodista y cubano de pro, conoció el exilio de la mano de Fidel Castro, y esta España nuestra le ignoró convirtiendo de nuevo al escritor en poeta desconocido. Pero el talento y la osadía de  Gastón Baquero acabaron por granjearle el Premio Príncipe de Asturias en 1992 y ser finalista del Premio Nacional de literatura. Posteriormente se elevaría su candidatura al Premio Reina Sofía de Poesía.
Ya reconocido en los años noventa participaría junto con Octavio Paz y Luis Alberto de Cuenca con lecturas poéticas en el Palacio Real. En 1993 la Cátedra de Poesía Fray Luis de León de la Universidad Pontificia de Salamanca le homenajea con una semana dedicada a su estudio impulsada por Alfredo Pérez Alencart y Luis Frayle quien además se aproximaría a su obra con varios estudios y publicaciones. 

Será reconocido por fin en su Cuba natal (tras su exilio en 1959) en 1994 por la Universidad de la Habana y cuando empezaba a recibir las distinciones que merecía en toda España, falleció en 1997. Y recientemente en octubre del año 2014 se le dedicó el XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca para conmemorar el centenario de su nacimiento.

Mi recordatorio a Gastón Baquero con su obra:

 El Poema (Homenaje a Eugenio Florit):


 «Quiero, dice la niña
irrumpiendo en el silencio del poeta,
que me escribas un poema».
«¿Quién puede hacer un poema? Yo no», responde el sorprendido.
«Ya están escritos todos los poemas».
«Ensimismado estaba,
ante un blanco papel, blanco y vacío hora tras hora.
Un papel lleno del bostezo interminable de la nada».
«Quiero, quiero un poema», insiste
la inesperada niña. «Me gustan los poemas».
«Mira, ángel extraño, no es buen día el de hoy: la inspiración
ha huido. No puedo darte un poema,
ni soñar en hacerlo en todo el día. Pero toma,
toma esta rosa, llévala a aquel vaso que está en el fondo,
colócala allá cuidadosamente, para que mañana
siga siendo tuya todo el día. Y luego, puedes irte,
pero en silencio: la musa teme al ruido, y si se aleja,
tarda mucho en volver: déjame solo».
La niña tomó la rosa delicadamente,
y como en un vuelo cruzó la habitación.
Puso la rosa
en su erguido sepulcro de cristal, y sin ruido partió;
apenas pudo oírse la puerta, la que al cerrarse
enclaustraba de nuevo en su estéril espera, en su vacío,
al poeta. Todo fue paz de nuevo.
La nada resurgía
como una tierra amiga ante el ensimismado inútil.
Y al volver los ojos otra vez hacia el blanco papel,
vio que allí estaba:
como un mirlo en medio de la nieve,
como una estrella sola en el centro del cielo,
allí estaba, sobre el papel inmenso, el Poema.


Chema García


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